jueves, 24 de abril de 2014

Lo que hace la diferencia

Hay días inteligentes y días con reto.  Me gusta decírmelo así, en vez de lo que acude a tu mente ahora,  no lo niegues...  hay días inteligentes y días estúpidos.  Ya lo sé y lo admito, pero prefiero llamarlos retos porque -por más estúpidos que actuemos en ocasiones,  habremos de enfrentar las consecuencias y con ello, resolver o enmendar lo cometido.  De acuerdo.  hoy ha sido uno de esos días con reto.     Amanecí  y la colección de retos amaneció conmigo;  ella entusiasta,  yo en la total distracción, hasta que me di cuenta y tuve que detenerme antes de salir de casa, para revisar mis zapatos,  mis accesorios,  haber apagado luces, estufa, lavadora, haber dejado cosas en su sitio,  traer conmigo la tarjeta de acceso a la oficina, llaves, dinero, ropa puesta -que no fuera de dormir - y aprobar,  para por fin echar a andar el día.  Yo no sé si es una característica que nos llega "a cierta edad"  o solamente una forma de andar el día.  Alguien hay,  que me parece que  por muchos años, me alaba mi gran memoria (jaja)  seguro es mi madre,  y aunque creo tener una memoria confiable,  en los días "con reto"  si no tengo ciertos cuidados, me convierto en una amenaza andante.    Una amenaza con estilo, porque hay que saber moverse con estilo en el mundo para responder con seguridad en ese obscuro momento en que viajas en el elevador,   que ya hizo alto en 6 ocasiones de tu mismo viaje y el último pasajero te mira en la entrada al piso más alto y -muy atentamente,  cruza la mano para que las puertas no se cierren,  y te vuelve a mirar, y te pregunta "¿vas a bajar?  y tu respondes con un esbozo de amable y sutil sonrisa  "no...   olvidé algo en el auto..."    este pasajero se baja con una sonrisa casi tierna, complaciente y mordaz al mismo tiempo.    Vas de regreso en el trayecto a la mitad del edificio todavía pensando en esa miradita malévola de quien te despidió en el elevador antes del regreso.   Gracias al cielo se bajó en ese último piso, porque de otro modo te habrías quedado a dar la excusa completa y contarle que es uno de los días retadores y hay que tener cuidado doble, mientras olvidaste el botón 7 del elevador y al llegar finalmente a ese piso,  te enteras que olvidaste en el auto la tarjeta de acceso.  Hay días así.  Me enfrento a cada nuevo reto del día y volteo los ojos y pienso "Demonios"  y lo hago cada vez;  no sé cómo me atrevo, si yo odio que alguien me volteé los ojos y maldiga frente a mí.  No es propio, ni elegante,  ni digno (y me lo hago todo el tiempo),  con una intolerancia muy criticable -yo, que soy difícil frente a las críticas.  Paso el día olvidando pendientes, seguimientos, papeles, llamadas que devolver y "floto" poniendo atención en lo importante y resolviendo lo urgente -como pedir comida a domicilio porque olvidé en la mesita del café mi lonchera,   involucrando  a todos que si encuentran quién, seguramente por distracción,  se robó mi pluma favorita,  (que luego apareció mágicamente en el fondo del cajón de mi escritorio) y así,  con una pila de retos, vuelvo a casa a escuchar las quejas del gato que no alimenté esta mañana y devolver los recibos que alguien, obviamente equivocó al dejar en mi puerta.   A cierta edad...   más bien acierta edad en que, como me han dicho,  nos hacemos más introspectivos, analizamos estos pequeños eventos y nuestras pequeñísimas reacciones,  con un ánimo condescenciente y permisivo,  casi dulce,   mejoramos la conciencia con que vivimos hoy y cada día,  mucho más cerca del éxito en vivir hoy, como si fuese el último día de nuestra vida.  Lo que hace la diferencia entre un día inteligente y uno con reto,  es el sentido del humor y el ánimo para salir de cada "reto" en que nos vemos forzados a participar.    Tal vez el día de mañana tenga retos menos confesables, frustrantes y ofensivos para el ego.  Con suerte,  mañana puede ser,  incluso,  un día inteligente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario