sábado, 12 de abril de 2014

compañeros

Somos influenciados por tantas personas cada día, en casa, en la calle, en el trabajo, en los comercios que accedemos, de modo personal y directo, por mensajes, llamadas, textos, audios de música o de noticiarios, series de televisión, películas...   familia, vecinos, amigos, compañeros y extraños nos influencian a toda hora durante el tiempo de funcionar despiertos, y también está la influencia que recibimos durante el sueño.  He soñado influencias negativas en ambientes de dolor y enojo.  ¿Cómo se atreve a meterse en mis sueños para repetirme necedades que no quiero escuchar ni saber ni sentir? Como si tuviera derecho.

Andamos por el mundo tratando de ser la mejor versión de nosotros mismos;  funcionar allá afuera con la condición natural de búsqueda de aceptación,  aun cuando creemos estar bien con quienes somos.  Nuestra autenticidad camina y comparte con la gente, con las características que nos han formado a ser esto que somos.  En este momento, sonreímos a la mesera del café, que no deja de sonreír cuando viene a rellenar la taza, atenta,  y la mueca desaparece cuando el texto llama y regreso a las letras.  Miro gente entrando que asiente con una breve sonrisa, casi como si me conocieran.  hombres de dos en dos.  Hablan demasiado alto para el momento que me busqué en este lugar.  Voy a ignorarles su influencia un ratito más para acabar de descolgar esta idea de mi mañana y contártela.

El estado temprano y divagante de mi reflexión puede estar ahora mismo influenciado por la insuficiencia de cafeína a que el médico me tiene prescrita por aquello de la presión alta,  pero es café al final de cuentas y tendrá que hacer su chamba.  Me he obligado a salir de casa para dejar de renegar,  sentir menos mis repetidas quejas, la influencia del sueño y la terca regresión de la memoria que hasta en sueños me influencia.  Resulta casi simpático evaluar cómo le cuento a mi hijo lo que siento,  elocuente, intensa y cómo me devuelve su amor una vez más, dulce, comprensivo y animándome a probar otras ideas.  Lo he dejado en su trabajo y se despidió amoroso sabiendo que nos veremos más tarde.   Ahora, sola aquí en un instante soy la seriedad de ceño fruncido y al siguiente le sonrío a la mesera y al nuevo comensal que recién llegó solo, como yo,  con su computadora, como yo,  dándole un orden distinto a la mesa,  como siempre hago yo.  Supongo que también seré influencia para todos los que ahora están aquí.  Somos seres sociales que requerimos recibir y dar.  Somos niños entrados en años,  y por lo niños, querríamos amigos nuevos todo el tiempo para salir a jugar, explorar y divertirnos...  pero a cierta edad,  hemos perdido la naturalidad para conquistar esa alegría y acartonados, con telarañas en la habilidad social, lo complicamos todo disfrazados de adultez,  que es una cara y una actitud inaccesible.  O tal vez,  como me pasa a mí,  salieron de casa a completar tareas menores en soledad.  La tarea menor del desayuno,  pagar cuentas en este sitio que tiene bancos abiertos en Sábado,  ver a alguien que es imposible encontrar entre semana,  o escribir reflexiones descafeinadas con ganas de salir de mí y llegar a ti.

A la vuelta la idea no es tan mala.  Escucho estas voces altas y varoniles saludarse mientras anuncian estar "chilangueando"  y veo de reojo a este otro,  el solitario, con un montón de papelitos  y haciendo cuentas en voz bajita, detrás de sus anteojos y frente a su teléfono inteligente.  Social es el día, aun cuando estemos solos.  habría que desenredar la personalidad para hacerlo mejor y quitarnos las convenciones sociales que dictan - sin haberlo dicho como mandato - que no es correcto hablar con extraños a cierta edad.  La condenada timidez, amargura, el egocentrismo, miedo e inseguridades que nos hacen conducirnos "serios",  son odiosos.  Somos compañeros en el día,  sin importar si hablamos o no;  claro que somos más compañeros con aquellos a quienes hablamos, especialmente si son cercanos y para ellos dedicamos mucho más cuidado en nuestra mejor versión personal.  Así que la tarea del día bien puede ser darle cariño a nuestra versión personal y voltearla hacia nosotros mismos.  La mejor versión para mí,  que soy mi propio compañero de vida.  Ser amable, sensible, comprensivo, atento, asertivo y cordial.  Hacerme reir, hacerme gozar cada momento.  Evitaré sentir la urgencia de mentarle la madre a algún conductor aguerrido en la calle,  quejarme del bache, el tráfico, el calor, las ausencias, las insatisfacciones.  Seré dulce como el mejor compañero que la vida pudo darme.  Compañeros en el día,  para pasarlo bien.  ¿No harías lo mismo tú?

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