martes, 6 de septiembre de 2016

NO CREAS!!!

No escribo con ánimo político ni de educación social,  pero soy de carne y hueso,  tengo alma, emociones, inteligencia, dignidad y profundo respeto por los demás seres humanos.  No puedo, entonces,  callarme cuando sé que un "alguien"  disminuye, somete, sobaja, irrespeta o maltrata a otro "alguien".  Entre mujeres, sabemos,  es increíblemente sencillo sufrirlo y generacionalmente nos han armado para aguantarlo de la pareja,  del jefe, a veces de los hermanos, y así...  pero lo he visto también entre padres e hijos, entre mujeres,  entre quienes se dicen amigos, compañeros de trabajo, etc.  Hombres y mujeres,  escapemos de esa educación.  Desaprendamos.  Eduquemos a nuestra persona de hoy, con la correcta valía idéntica a los demás...   El que no tenga algo HERMOSO qué decir,  que calle.
El valor que le damos a los demás, es proporcional e inverso del que tenemos por nosotros mismos.  Este poema lo grita:  ¡Que nadie nos demerite jamás! 

 Lo comparto por si has sentido así.  Por lo que me provoca esto que a cierta edad se me ha vuelto revolución en la cabeza,  no puedo dejar de abrir la idea,  por si lo has vivido,  por si has sentido que no importas a "alguien" que a tí te importa;  por  si un día desventurado se le ocurre a "alguien" hacértelo sentir,  o por si -un mal día-  la inercia de lo que se usaba en otros tiempos y era "normal", te lleva a hacerle  sentir así a otro "alguien".  


NO CREAS!!

no eres sincera
no vale que digas ni que calles
no vale la pena
no mientas no juegues no llores
no alegues no esgrimas
no mires no empuñes no respondas
no eres digna
no eres linda
no eres suave
no te acerques
no te niegues
no falles
no esperes ni temas ni faltes
no hagas saber lo que buscas
no busques
no demandes ni reclames
no crezcas
no florezcas
no desprendas aromas ni fulgores
no inventes
no reinventes no concluyas
no quieras ni desees detalles
no es tuyo no perteneces no estalles
no suspires no respires no vivas
no hagas no hables no sueñes
no vayas
no estés
no te quedes
no sigas
no te muevas
no duermas
no anides
no es tuyo
no eres de aquí
no perteneces
no suspires no respires no pidas
no hagas no hables no enseñes
no vengas
no des
no
no eres digna
no eres suave
no eres linda

no eres


viernes, 26 de agosto de 2016

Sembrar el día

Una de mis personas favoritas me invitó a la casa de una amiga para sembrar:  Yo conocí el evento de sembrar cuando muy niña, en un grupo amistoso de mis padres,  en algún terreno del estado de México que nunca volví a pisar.  Hace muchos años...   y luego,  en mi afán de la vida natural -en la medida de lo posible-  flores de jardines o maceteros menudos que procuro tener en casa.  

Cuernavaca goza, ya sabemos,  de un clima esplendoroso,  y la invitación fue a una casita enclavada en el bosque aledaño a la ciudad de la eterna primavera,  allá afuera,  donde ya nadie sufre baches ni tráfico,  (no es que no los tengan,  pero entre tanta belleza natural, a nadie preocupan).  Comenzó el ritual entre un puñado de mujeres jóvenes que viven captando agua de lluvia, sembrando hierbas aromáticas para sus alimentos vegetarianos, admirando los pájaros carpinteros y abonando la tierra de sus jardines...   notablemente distinto de nuestra vida citadina;  Nos sentamos en círculo sobre el pasto nutrido, rodeando una manta que tenía flores,  una vasija con agua, incienso, aceites, velas encendidas, copal,  un kalimba que apenas medía lo que el cuenco de mi mano.  La mágica-mujer-bruja habló, suave y encantadora:  en el agradecimiento y conjuro para la prosperidad de las semillas que habríamos de sembrar, el rito de fecundidad incluyó la liberación de dolores personales,  en forma de escritos en papel que luego quemamos en el incensario del copal con hojas de salvia.  Liberador de emociones que coronamos deshaciendo las flores donde cada pétalo era una tristeza que despedir,  echadas al agua.  

Desyerbar la tierra con las manos y armadas de troncos, piñas de pino o pequeñas piedras, aramos surcos donde se regó el agua que contenía el resto de flores y los pétalos de nuestras emociones, para luego sembrar una a una las semillas de maíz y frijol.  Descalzas,  acaloradas, olvidando pudores innecesarios, sudando felices, entre risas y cantos,  nos hicimos hermanas.  Nos celebró el cielo con una llovizna deliciosa que lavó el camino y regó la siembra, prometiendo frutos prontos.

al terminar,  nos convidaron una pasta aromática, además de una tinga deliciosa que en vez de carne fue hecha con zanahorias.  comimos juntas, con una mezcla hermosa de cansancio y plenitud que jamás había sentido y que hoy atesoro como un evento de renacimiento que a mi "cierta edad", yo espero todas las personas pudieran conocer desde temprano.  Sembrar.

Ya parada en la cotidianidad,  el suceso vuelve a mi memoria con su aire fresco y agua clara,  su tierra fértil y hambrienta, pero sobre todo,  con su estado anímico de liberar al tiempo de sembrar.  Lo llevo a mi día a día con la enorme enseñanza que me traje, acerca de humilde y solidaria amistad que se abre sin expectativas, llenita de gratitud y amor.   Intento entonces sembrar mi día desde mi emocional femenina que a veces se ha vuelto irritable, malhumorada e impaciente, para limpiar mi tierra mental donde solo tengo hierbas y yesca;  abro surcos para sembrarme flores coloridas que alegren mis pensamientos y me pueble de aromas la rutina que casi todo se traga.  Me riego de semillas y agua nueva toda la cerrazón que me atrapa de quehaceres no románticos, para salir del mundo de los comunes mortales y convertirme en ellas,  las hermanas brujas de tierra y flores que me regalaron un oasis actitudinal con qué encarar la mágica elección de ser feliz.   Las llevo en mi vida para siempre.

Lo comparto contigo, hoy,  por si te logra lavar la calle que te lleva al siguiente evento de tu día.  Te invito a sembrar,  aunque sean las semillas de la naranja con que te hiciste jugo esta mañana,  o del durazno que desayunaste...   sembrar y cuidar la planta, regar su tierra,  intentando recordar que lo que cuidas,  es tu día de hoy.  Que te llene de frutos, flores, hojas y alegría.

martes, 9 de agosto de 2016

Flores con gratitud

Después de la cuarta década, hay que enfrentarlo,  la gente de afuera accede a nosotros con términos aseñorados, formales, que implican (innecesariamente) nuestra edad;  ¿extrañas que te llamen "joven"?  ¿"señorita"?  No hay remedio.  A cierta edad, ya somos "señor"  o "señora"  y eso se va (según me cuentan...)  directo al ego.   Con los años, hemos perdido lozanía, firmeza en los músculos, destreza física, elasticidad, cabello, calcio...   e incontables oportunidades (lo que es mucho más grave).  También hemos perdido la seguridad -en una medida u otra- para andar confiados por el mundo, sabiéndonos hermosos y poderosos, con toda la vida por delante.  Si conseguimos la cierta edad, hay que celebrarlo,  pues muchos que se fueron lozanos y firmes, no llegaron a contar canas, nietos, uso de fajas, vitaminas,  la llegada de la calvicie o la menopausia y cien payasadas más que hay que enfrentar con estos años,  por la maravillosa gracia de estar vivos.

¿Te ha pasado como a mí?  Si miro fotos de hace una, dos o tres decenas de años,  me veo y me arrepiento de no haberme sentido feliz con mi estampa en aquel tiempo...   como si todo ayer fuese mejor.  Algo no fue suficientemente apreciado en su tiempo,  ¿no es cierto?  El día de hoy me vivo con decisión de no perderme ese aprecio total,  esté como esté,  con mi contenta humanidad,  por lo que soy,  lo que sé y lo que aún quiero aprender.

Así,  como me llaman irremediablemente "señora",  en mi quinta década anunciándose feliz,  me centro en la consciencia vital de lo aprendido,  lo que valía la pena nutrir y defender,  lo que había que soltar y todo lo que guarda mi memoria.  Atesoro los afectos de siempre, los intermitentes, los nuevos,  los perdidos y abrazo cada día con una avidez que en tiempos más jóvenes desconocía.   Hoy día se navega sabrosamente sobre la cauda de amores y certezas del ser progenitor, tanto como de ser hijo o hermano de sangre y hermano elegido.   Se aprende a aquilatar el minuto de carcajadas de cada día,  aunque crezca las arrugas;  se bebe uno el sol como si cada peca adquirida viniese de un erótico día en brazos amados y playa.  El amor se vuelve experto,  mágico,  despacioso y de ojos abiertos, carente de tapujos.  Todo se intensifica y se amansa, vuelto cinismo y vocación de libertad y alegría.  Es sensacional.  

Los piropos, adulaciones, lindezas, requiebros,  galanterías,  vienen -a cierta edad-  menos de allá afuera,  y mucho más de la vida adentro,  colmados de respeto pero también de desparpajo,  porque vienen de quien se ha acomodado en nuestra vida con ganas de pertenecer y permanecer;  entre familia y amor,  las lisonjas y flores, se cargan de ternura para regresarnos a reconciliar lo burdo del cuerpo humano con lo elevado de sabiduría y gracia adquiridas.   Un amigo, hace muchos años, me dijo como dueño de la verdad absoluta, que "un piropo,  de quien venga,  siempre se agradece".  Yo tenía serias quejas cuando el piropo venía de algún guarro en la calle e implicaba indecoro o grosería...   pero en estos años, le reconozco razón:  Siempre se agradece.  No importa cómo esté uno en este cascarón físico,   la agradecida es la estampa actual y la consciencia de ser.

A cierta edad más vale florear a cada persona entrada en años o no.  Sabemos el logro inmenso que es llegar al día de hoy y lo que importa llegar contentos con lo que somos. 



martes, 12 de julio de 2016

la teoría de la magia y el modus vivendi

Magia para el día:  la receta podría incluir quemar incienso, encender velas, juntar hierbas, amuletos, cabellos, contar con equipo (estilo María Sabina...  o ya de perdido Bette Midler en las Brujas - aunque sé que podrías no ser capaz de eliminar de tu mente a harry potter -trata por favor),  alzar un conjuro que  parezca trabalenguas y decretar al universo (según la ley de la atracción),  con toda tu energía positiva para conseguir...    ¿qué queremos conseguir?

Ya que resulta impráctico plantearse la vida de ermitaños, en algún hueco de tierra o piedra,  en la cima de una montaña,  donde el agua sea constante y tibia, donde encontremos alimento balanceado vegetariano, y el lecho de yesca no pique,  debo continuar en alguna medida inserta en "el sistema";  no vivo de un contrato de 9 a 6 todos mis días, ni estoy sujeta ya mas a aquellos 6 días de vacaciones al año, (si el ahorro alcanzaba);  no muerdo horarios ajenos en el trajinar del lentísimo río de automóviles,  ni reparto o recibo las mentadas consiguientes,  así que "semi-dueña" de mi tiempo,  me entretiene la idea de cuánto tiempo dediqué a defender un departamento en la ciudad,  que estuviese cerca del trabajo,  al que defendía para poder pagar la renta del sitio donde vivir.  El ciclo de la maldición.  Sumida en un estado de latencia emocional porque no venía bien mi emotividad trabajando para una firma de abogados en la zona pudiente de la megalópolis,  y aquel huevito donde pasaba mis noches (porque no había tiempo ni para desayunar),  que nada tenía que ver con el estatus del modus vivendi que suponía mi "exitoso" empleo.  

¿Cuánto tiempo de la vida pasamos sirviendo a propósitos impuestos por el sistema, las convenciones sociales, la "normalidad" de otros?

A cierta edad ya es notoriamente desagradable para mí y no me parece  "lo normal" perseguir un ingreso para sobrevivir,  juntar dinero en una cuenta y engordarla para el viaje mandatorio de compras, la estampa en el pasaporte y los "souvenirs" para los demás.  El dinero es un medio,  pero no el único.  Aunque confieso que hay viajes que quiero hacer por puro placer,  ya no estoy dispuesta a entregar mis riñones, mi columna, presión arterial y circulación sanguínea a un escritorio rodeado de mandones malgeniudos para tener ese recurso.  Los medios para esas vueltas puebleando en mi país o en algún país ajeno,  han de llegar de una manera más feliz que todo aquello.  Conozco gente a partir de personas favoritas, que andan en recorrido por el planeta entero,  dando talento y motricidad a cambio de pan y techo, sin que eso limite  sus alances viajeros,  por ejemplo.  La creatividad en hechos y no amarrada en ideas inconclusas e inalcanzables.  Magia por compartir.

Bien por la gente que prepara la "cierta edad"  con un gran colchón económico,  pero ¿está bien para aquellos que -como dice un refrán,   "matan la salud para conseguir dinero,  para luego soltar el dinero para recuperar la salud"?.  

Que la vida suceda completa hoy,  podría ser el conjuro de magia con que coronar esta mañana:  magia para disfrutar este preciso instante y sonreír;  magia para devolver con una sonrisa,  la sorpresa a alguien que pudiera necesitarla.  Flotar por encima de las demandas comerciales y consumistas, que lo único que producen es dinero y agobio.   Magia para gozar la persona que soy y el tiempo que vivo.   Que la magia sea el modus vivendi. 


domingo, 3 de julio de 2016

Llegó la hora!

Llegó la hora!

Durante casi 30 años me tocó hacer de todo.   Bueno,  no todo,  pero casi.  Con certeza entiendes lo que es echar adelante a una familia;  con la prioridad de tener leche en el refrigerador,  luz en los focos,  pan y huevo para preparar torrejas,  jabón y agua caliente, un techo digno,  los centavos que cubrieran colegiaturas, televisión con canales de música para este puñado de personas bailadoras y cantadoras que me tocó empoderar desde que llegaron.  Hacerlo todo de buenas además, no es sencillo.  

La vida es una complicación de ajustes y esquemas,  de relaciones y rupturas,  expectativas voraces, enfrentamientos con realidades circundantes al universo particular que acaban por afectar, para bien y para mal, quieras o no.  ¿Qué te cuento a ti?, que seguro entiendes.    Detrás de cada chamba aceptada,  la frustración de no haber estudiado lo que quería,  cuando debía, así que jalar aire para seguir empujando hacia delante, todo lo que había en mi responsabilidad no compartida,  porque el individuo que también debía ser responsable, se bajó del proyecto…  si es que alguna vez quiso estar en él.   Años de tareas, deberes,  conquistas, logros, dolores, entregas, sinsabores,  y la venturosa premiación cotidiana de ese trío de sonrisas con que me mandaban a dormir mis personas favoritas.  Si la maternidad en solitario no fuese premiada  diariamente con esas caritas divertidas y amorosas,  sería una tarea simplemente.  Una Tarea desangelada y tormentosa.  Nunca lo fue.  Parte del conflicto de hoy día, es que aquellos años fueron profunda y cotidianamente gratificantes,  así que estar ocupadísima resolviendo todo, era feliz cada día.

Ahora que los pollos ya son un cisne, un zorzal y un quetzal y vuelan libres y cantores por el mundo,   mi nido vacío me enfrenta al espejo.    Tengo un montón de tiempo en 24 horas, diario;  nada en el refrigerador -porque no dan ganas de cocinar si es para mí sola,  y un espejo que me mira curioso, agresivo,  intolerante,  perezoso y entre absurdo y neurótico:  ¿qué vas a hacer hoy?  pregunta en mal tono.    No viene pronto la respuesta, porque a cierta edad, las razones vuelan por otras razones y parece que entre tanto por hacer,  dejé de ser una razón para mí misma.  ¿Qué voy a hacer?   ¿te ha pasado este momento?  ¿qué haces tú?


Por fin tienen oportunidad las letras, los lienzos y sus óleos,  las cuerdas envejecidas de piano y guitarra,  mi garganta suelta para cantar a gritos, mi  horario personal,  la carrera universitaria que quería, las series de tv, mi gato, el gimnasio, las banquetas lavadas de lluvia en mi pueblito, el aroma de los pinos de ese bosque frío que me conoce bien desde hace tantos años,  por fin tiene tiempo mi voluntad sin pendientes  y sola:  mi voluntad en individual y…  que ¿qué voy a hacer?    ¡Voy a hacerlo todo!  No hay más excusas que posterguen la prioridad que debo ser para mi vida, para mi ánimo y mi amor propio.  No hay más razones por las que detenerme y destinar recursos y tiempo en otros, si me quedé “en el tintero” con una voz de “para siempre”…  pero ese plazo también venció.  Llegó la hora.   Llegó mi hora. 


martes, 1 de marzo de 2016

Y tú, ¿qué opinas?

Lo que otros opinan.   respetable siempre,  a veces detestable,  a veces admirable.  A lo largo del camino, buscando respuestas, he necesitado regresar a otras líneas propias y ajenas, a otros tiempos, me detengo y las evalúo con un genuino intento de "ojos nuevos" frente a  eventos cotidianos, menores o altamente trascendentales.  Si logro verlos desde "afuera de mí" en algunas venturosas ocasiones, consigo ampliar el escenario obvio para elegir con más cordura.  En aquello de ponernos a pensar, podría llamarse tormento lo que nos pasa "a cierta edad";  tomar una postura frente a sucesos propios se reduce automáticamente a la personalidad individual y a eso que nos define,  pero cuando se trata de momentos compartidos con otras personas, a veces requiero un instante extra para decidir mi opinión,  reacción,  punto de vista, aunque no lo vaya a compartir ni a comentar con nadie.  Me encuentro frecuentemente con la mordaza del miedo callando mis palabras instantáneas.  No quiero herir,  no quiero ser inconveniente.  En la mente se enredan los argumentos a favor, en contra, los juicios y los consuelos;  se atropellan y mezclan emociones y razonamiento entre las convenciones sociales, la educación y el instinto.  En otros tiempos parecía correcto sencillamente reaccionar, con la primera cosa que nos saltara del inconsciente,  saliera bien o mal,  hiciera bien o mal,  nos resultara o no (para propósitos sociales de popularidad, etc.), la juventud "lo permite"  o se entiende que es de esperarse, ya que "ni piensan" o eso se dice (cuando ya no se es tan joven).  Una de las muchas cosas que extraño de ser así de joven es justamente no pensar.  No porque fuese descerebrado mi actuar, aunque lo fue,  y no porque mi inteligencia estuviese extraviada en placeres profundos de la vida, como la música o los ojos sonrientes de alguien del sexo opuesto, aunque lo estuvo.  No pensaba.  Con una naturalidad simplista elegía y tomaba decisiones sin el menor atisbo de conciencia.  Enfrentaba las consecuencias de esas decisiones (que prácticamente llegaron solas),  como si fueran uno más de los eventos de mi vida, como la conocía en ese entonces.  No me detenía el miedo frente a casi nada...  la temeridad también es característica de esos años mozos, sé que sabes.  Podía uno andar en el mundo haciendo cualquier cosa, subido en patines,  vistiendo con la moda particular construida entre zapatos sin gracia, camisa robada al papá, pantalones deslavados de auténtico uso que alguien más les dió antes de pasártelos a tí...  la vida era simple,  no importaba un comino la opinión de los vestidos con marcas importadas ni de los que se portaban "bien" y no eran censurados los amigos igual de malvestidos,  los gustos musicales,  las lecturas ya (casi todas), eran comentables en la sobremesa familiar,  en pocas palabras era libre.  Con la libertad que implica la familia, como de una lista de instrucciones paternas y maternas,  horarios, deberes, maestros, tareas, hermana mayor, hermanos menores, y así,  libre y feliz,  sin pensar, sin temer ni contabilizar éxitos o fracasos,  sin evaluar en ningún momento si lo que acababa de decir era inteligente, necesario o importante.   La amenaza llegó con los años.  la cuenta de eventos sucedió entre risas, lágrimas y relaciones perdidas o frustradas, adquiriendo responsabilidades y culpas,  velas en el pastel y arrugas,  lecciones:  muchas aún por aprender.

Me entero en estos tiempos que la feliz libertad de no saber o no querer enterarse, encuentra su equivalente adulto en la autenticidad de ser fiel a uno mismo.  Hoy tenemos una opinión sobre todas las cosas que suceden en nuestra vida, nuestro mundo inmediato, sobre preferencias de toda clase, personas cercanas o lejanas, vivimos con una postura activa frente a todo lo que nos importa o nos afecta.  La autenticidad individual corta la mordaza y libera las palabras, emociones, instintos y si algo he aprendido al respecto, es que el instinto no cambia ni un poco con los años, sino que con cierta edad y con el cinismo supliendo la feliz inconsciencia adolescente,  se muestra resuelto y despeina los esquemas importándole un bledo si otros están de acuerdo.  Defender una idea puede implicar salir a las calles, organizar o apoyar movimientos,   pero también puede implicar discusiones con personas favoritas,  desencuentros.    Puede implicar dolor.  Como en tiempos de chicuelos implicaba castigos, reprimendas, etc.,   Sea lo que sea,   implique, resulte o suceda,  lo mejor que se puede hacer es SER.  Nunca creas que eso te dejará solo.  No sucederá.  En el mejor de los casos, los que importan escucharán tus argumentos,  las veces que sean necesarias, y el el último escalón, de no estar de acuerdo, respetarán lo que eliges.  Ser,  es siempre digno de aplausos.  un Ser libre, es siempre un ejemplo, no por lo que defiende, sino por seguir su instinto y ser fiel a sí mismo.