viernes, 12 de febrero de 2021

Esperanza pertinaz

La pandemia ha tocado mi vida;   seguramente la tuya también.    El encierro por cuidar la salud comenzó desde marzo del 2020,  un mes después de que el virus llegara a este país.  "sana distancia"  han dicho.  junto con los números crecientes, la condenada estadística nacional que nos traen los medios de información, el susto frente a lo desconocido, que se volvió especulativo y luego controversial, que pasó por negación, broma, burla, tema político y ahora está tomando tintes de permanente,  me tienen harta.  
Ya pasé por todos los estados posibles de cuarentena sin enfermedad...    o que por tener esta "cierta edad"  el "quédate en casa" me aplicó desde temprano:  comenzamos con una actitud de educadora en jardín de niños,  dando explicaciones al adulto mayor en casa,  para que comprendiera algo que sencillamente no creía posible,  que no encuentra cómo respetar, a pesar de haber tenido ya un hijo hospitalizado por el bicho del terror.  Luego,  las jóvenes personas favoritas que "se cuidan"  desde la consciencia y calma elección de ser positivas y rehusarse al pánico,  pero sin dejar de tomar medidas de distancia, "boquiche", gel, y otra docena de etcéteras.


Las labores felices y creativas se fueron también al "quédate en casa"  y la productividad se centró exclusivamente en el empleo mundano y desangelado.  El mundo entero luchando por sobrevivir, usando la verdad de quiénes somos, cada una,  cada persona,   enfrentando la pandemia con lo que individualmente hemos aprendido:   miedo o incredulidad, escepticismo o cinismo,  burla o guerra política,  sumisión o insurrección,  pánico o desdén,   fuerza o desahucio,  forzados casi todos a permanecer en la obediencia a las nuevas reglas, los semáforos con cien tonalidades de naranja o rojo...   ridículo para mayorías,  fatal para muchos,  imposible de soportar para los demás.  Nadie se salva de enfrentar el evento mundial.


Para forzada conveniencia,  la reagrupación fue imprescindible para muchas familias:  volver a convivir todos "en bola"  se hizo retador y en momentos,  muy difícil.  Por más "pasivo" que estuviera el mundo al encerrarse en casa,  los agobios y personalidades no dejaron de empujar, los pagos pendientes acumulándose y las necesidades que jamás se detienen, sacando la verdad de quiénes somos bajo extrema presión.   No entraré en estadísticas sobre las violencias porque asumo que sabes...    pero, para todo lo que la vida plantea,  en familia o en solitario, el tremendo cambio que estamos viviendo como individuos de la comunidad, mundial  me pregunto,   si reaccionamos frente al "bicho" con miedo,  ¿a dónde huimos?  ¿qué o quién recibe nuestros ataques? ¿frente a qué o quién nos mimetizamos para que no nos encuentre?     ¿Cómo se va asimilando el estado de miedo?  ¿cuándo le perdemos el miedo y comenzamos a vivirlo desde otra perspectiva?   este nuevo estado vigilante e incómodo, ¿se volverá lo normal alguna vez? la nueva normalidad,  implica ¿nuevas formas de resistencia?  tras un año de estar así...   ¿qué sigue? ¿esto atiende a un plan secreto para desagruparnos?  ¿la paranoia rotunda es bien vista ahora? ¿el disfraz de bandidos es para siempre? ¿cómo lo pasas tú? 

 
Para todo efecto,  chuecos ó derechos, hemos aprendido cosas nuevas que habíamos dejado pendientes, nos hemos enfrentado juntos al incomprensible enemigo que atrapa de modo aleatorio, con o sin obediencia,  con o sin apego a las nuevas reglas,  con o sin síntomas,  con o sin cubrebocas, gel, careta, guantes, con o sin salir de casa,  con o sin reincidencia,     y se ha ido acercando más y más,   mientras muchos ya han perdido un ser querido,  también las ganas, las posibilidades o la oportunidad de guardarse para estar a salvo...  cruzando dedos para que nos toque la vacuna,  aún necesitamos resolver, producir y funcionar;   seguir con los proyectos, encontrar nuevas formas para compartir, convocar, aprender, activar y que las causas sigan teniendo avances y esperanza...  A ratos,  pensando en nosotros, como seres sociales, encerrada en mi trabajo desde casa,  no alcanzo a imaginar el año sin escuela, sin amigos en persona, sin juegos, cantos, saltos y rodillas raspadas,   sin fiestas para adolescentes de cualquier edad,  sin mariposas en el estómago por sucesos en vivo,  sin besos, abrazos, apretones de mano,  aguantando...  lo encuentro realmente cruel.  Y aún siento esperanza. 

Deseo de corazón que también tú.