martes, 9 de junio de 2015

Del saludo y las palabras mágicas

No voy a traducir un conjuro místico, ni las clásicas palabrejas de cuentos o dibujos animados de otros...  o de todos los tiempos,  ni evocaré al mago del conejo, ni al boticario y mucho menos al  maguito moderno para semi-escuincles cinéfilos.  Hablo en tono adulto,  en el tono serio que nosotros, los de cierta edad, tenemos para tratar asuntos importantes;  en tono casi solemne.   Hablo de magia, refiriéndome al encantamiento por el que los deseos se convierten en realidad.  

Sé que parezco de otra época en muchos de mis hábitos y reconociendo la dificultad que me enfrenta en los usos y costumbres nuevos,  vengo con esta neurosis para compartirla contigo.  Veamos:  No nacidos de monarcas,  ni herederos de títulos nobiliarios, y no habiendo descubierto las Indias Orientales,  entre todos,  somos comunes mortales;   no somos Elvis,  Marilyn,  ni Michael, ni el Gabo ni lady Di...   nadie nos hace reverencias ni se vuelven felices  para siempre por conocernos o por habernos cargado los paquetes.   Así,  tal como lo digo,  aún siendo personas brillantes, con grandes logros detrás de sus respectivos esfuerzos y sin duda, sacrificios,  nos reconocemos sencillamente humanos.  Convivimos con personas dentro y fuera de casa y ellos con nosotros.  ¿Cómo le hacemos para vivir bien?  ¿Cómo se consigue una armonía que sepa dulce, serena, estable,  confiable?   Observo nuestra sociedad actual y la comparo con la de hace una, dos,  tres décadas,   o más incluso,  en este país y en otros...   ¡demonios!  ¡cuánto hemos cambiado! (cáspita o diantres, habrían sido las palabras aplicables apenas hace dos décadas).   Desde tiempos inmemoriales la educación nos ha indicado, instruido y ordenado códigos de conducta que han modificado y no necesariamente "avanzado" junto con la ciencia y tecnología,  -que me resultan claro ejemplo de "avances" de la raza humana.  Nuestra evolución resumida en aparatos.  A través de los tiempos y sus modas, se han ido quedando en desuso -por ejemplo- los sombreros, los abanicos, los pañuelos de tela,  y con ellos,  el saludo de los caballeros quitándose el sombrero,  el coqueteo a través de un abanico que únicamente deje ver la mirada de la dama en cuestión, por un instante,  la despedida de una agobiada mujer agitando un pañuelo bordado delicadamente...   más que cursi, ¿no?  hoy en día ni pensar en cosas semejantes,  nadie tiene tiempo para bordar pañuelos ni caben ya los percheros que sujeten sombreros a la entrada de ningún lugar.   Sólo hay sombreros en algunas bodas -prenda de un día-  o los que usan los mayores,  para cubrir el coco del frío.  El saludo con beso en la mano,  el hablar de usted a nuestros padres,  (conozco provincianos de cierta edad que aún lo acostumbran), la deferencia a los maestros, el saludo de buenos días cuando entrábamos a cualquier lugar público,  la clarísima definición de distancia con que se hablaba de usted, por apellido, por vocativo,  a alguien no familiar y ciertamente no de nuestra misma edad, etc., se van esfumando de nuestro diario vivir.  Se va perdiendo de modo sensible y cuantificable la cortesía.  Entre los derechos humanos, el feminismo llevado a extremos inexplicables, la igualdad, la globalización y otros asuntos (menesteres),  ya es cosa de Netflix volver a ver  reverencias en un saludo noble, decencia en un galanteo, admiración de hijos a padres,  voluntad de "seguir sus pasos", amabilidad entre enamorados en desacuerdo,  ya sean casados o en trámite,   en este o en otros continentes.  En este tiempo nos parece casi ridículo el doble beso en la mejilla que se dan dos diplomáticos en acto oficial televisado al mundo desde Europa,  como de broma es el trato "exageradamente correcto" del capitán América,  pero se siguen vendiendo las historias clásicas de amor  y virtud de aquellos tiempos, en libros, revistas, películas,  fotos de bodas de las escasas monarquías mundiales, cuentos de hadas y súper héroes y eso siguen soñando las nuevas generaciones,  al menos en las primeras etapas de la vida. 

Lo que esta sociedad conoció hace no muchos ayeres como cortesía,   suponía ser correcto y que en estos tiempos se ha cuestionado y revisado desde la era original de nuestra sangre Mexicana,  ya que se enseñó a agachar la voluntad frente al fuereño, el diferente  y el aparentemente superior.  Los padres de la nueva generación no enseñan a sus hijos a responder "mande"  cuando alguien les llama,  (como me enseñaron a mí y como yo enseñé a mis hijos),    ahora ya es aceptable responder "qué"  y a nadie espanta,  (a mí, un poco).  Yo me pregunto si pasará el estado de indefinición con que los que nos siguieron están educando hoy adolescentes,  pues desean hijos triunfadores y les resuelven todo (acabo de morderme un pedacito del labio inferior -  sólo un pedacito),  desean hijos exitosos y les enseñan trampas (con lo que viven los padres, incongruente a lo que dicen),  desean que se casen "bien"  con alguien "bien"  y se faltan al respeto entre padre y madre (casados o no);  tengo ejemplos tan claros como:   hija de 15 años salió con novio por primera vez,  un chico de 17;  la chica vuelve a casa y pasa por el interrogatorio clásico con que hay que dar cuenta de cómo viste, quiénes son sus padres,  a qué se dedican,  cómo la trata, si es o no un caballero,   y esa madre preocupada del bienestar de su hija, le permite y comparte con ella llamarle "wey" a amigas, hermanos, padres, vecinos, autoridades, etc.  Tal vez soy nada más yo quien no entiende, y quizás debas no hacer ningún caso de lo que reflexiono aquí.  Extraño los tiempos en que las palabras eran poderosas y dejaban una huella de nuestra propia hechura.  Espera.  Sigo creyendo que es así.  Pienso firmemente que así es;  dejamos huella con nuestro decir, hacer y sus  respectivos y consecuentes modales.  

No importa si creciste soberbio(a) y te crees "la divina garza envuelta en huevo"  o "bordado(a) a mano",  si tuviste privilegios o tu linaje y apellido vienen de la región equis del país conquistador ye.  También eres un común mortal.  Pero si te preguntas ¿cómo te gustaría ser tratado(a)?  Vuelve conmigo a esta homiléctica que me entretiene...  Ya no usamos "dama",  "caballero",  ya no se sabe qué es "imprecar" ni "bonhomía", pero antes de que nos convirtamos todos en jorobados ansiosos incapaces de actuar frente a otro ser humano por estar en una pantalla de última generación,  antes de que tal "wey"  nos trague,  antes de que la furia temerosa (hasta por asuntos de higiene) nos prohiba saludarnos,   permíteme este breve compartir mi idea de salvar la cortesía entre humanos, que se precian de serlo:  salvemos -al menos-   las venturosas palabras mágicas; "por favor"  y "gracias",  sé de cierto que siguen siendo la varita mágica que vuelve el sueño realidad...    procuran un bienestar suave y digno en toda forma.

Quedo,  como siempre de usted, muy atentamente.