viernes, 12 de febrero de 2021

Esperanza pertinaz

La pandemia ha tocado mi vida;   seguramente la tuya también.    El encierro por cuidar la salud comenzó desde marzo del 2020,  un mes después de que el virus llegara a este país.  "sana distancia"  han dicho.  junto con los números crecientes, la condenada estadística nacional que nos traen los medios de información, el susto frente a lo desconocido, que se volvió especulativo y luego controversial, que pasó por negación, broma, burla, tema político y ahora está tomando tintes de permanente,  me tienen harta.  
Ya pasé por todos los estados posibles de cuarentena sin enfermedad...    o que por tener esta "cierta edad"  el "quédate en casa" me aplicó desde temprano:  comenzamos con una actitud de educadora en jardín de niños,  dando explicaciones al adulto mayor en casa,  para que comprendiera algo que sencillamente no creía posible,  que no encuentra cómo respetar, a pesar de haber tenido ya un hijo hospitalizado por el bicho del terror.  Luego,  las jóvenes personas favoritas que "se cuidan"  desde la consciencia y calma elección de ser positivas y rehusarse al pánico,  pero sin dejar de tomar medidas de distancia, "boquiche", gel, y otra docena de etcéteras.


Las labores felices y creativas se fueron también al "quédate en casa"  y la productividad se centró exclusivamente en el empleo mundano y desangelado.  El mundo entero luchando por sobrevivir, usando la verdad de quiénes somos, cada una,  cada persona,   enfrentando la pandemia con lo que individualmente hemos aprendido:   miedo o incredulidad, escepticismo o cinismo,  burla o guerra política,  sumisión o insurrección,  pánico o desdén,   fuerza o desahucio,  forzados casi todos a permanecer en la obediencia a las nuevas reglas, los semáforos con cien tonalidades de naranja o rojo...   ridículo para mayorías,  fatal para muchos,  imposible de soportar para los demás.  Nadie se salva de enfrentar el evento mundial.


Para forzada conveniencia,  la reagrupación fue imprescindible para muchas familias:  volver a convivir todos "en bola"  se hizo retador y en momentos,  muy difícil.  Por más "pasivo" que estuviera el mundo al encerrarse en casa,  los agobios y personalidades no dejaron de empujar, los pagos pendientes acumulándose y las necesidades que jamás se detienen, sacando la verdad de quiénes somos bajo extrema presión.   No entraré en estadísticas sobre las violencias porque asumo que sabes...    pero, para todo lo que la vida plantea,  en familia o en solitario, el tremendo cambio que estamos viviendo como individuos de la comunidad, mundial  me pregunto,   si reaccionamos frente al "bicho" con miedo,  ¿a dónde huimos?  ¿qué o quién recibe nuestros ataques? ¿frente a qué o quién nos mimetizamos para que no nos encuentre?     ¿Cómo se va asimilando el estado de miedo?  ¿cuándo le perdemos el miedo y comenzamos a vivirlo desde otra perspectiva?   este nuevo estado vigilante e incómodo, ¿se volverá lo normal alguna vez? la nueva normalidad,  implica ¿nuevas formas de resistencia?  tras un año de estar así...   ¿qué sigue? ¿esto atiende a un plan secreto para desagruparnos?  ¿la paranoia rotunda es bien vista ahora? ¿el disfraz de bandidos es para siempre? ¿cómo lo pasas tú? 

 
Para todo efecto,  chuecos ó derechos, hemos aprendido cosas nuevas que habíamos dejado pendientes, nos hemos enfrentado juntos al incomprensible enemigo que atrapa de modo aleatorio, con o sin obediencia,  con o sin apego a las nuevas reglas,  con o sin síntomas,  con o sin cubrebocas, gel, careta, guantes, con o sin salir de casa,  con o sin reincidencia,     y se ha ido acercando más y más,   mientras muchos ya han perdido un ser querido,  también las ganas, las posibilidades o la oportunidad de guardarse para estar a salvo...  cruzando dedos para que nos toque la vacuna,  aún necesitamos resolver, producir y funcionar;   seguir con los proyectos, encontrar nuevas formas para compartir, convocar, aprender, activar y que las causas sigan teniendo avances y esperanza...  A ratos,  pensando en nosotros, como seres sociales, encerrada en mi trabajo desde casa,  no alcanzo a imaginar el año sin escuela, sin amigos en persona, sin juegos, cantos, saltos y rodillas raspadas,   sin fiestas para adolescentes de cualquier edad,  sin mariposas en el estómago por sucesos en vivo,  sin besos, abrazos, apretones de mano,  aguantando...  lo encuentro realmente cruel.  Y aún siento esperanza. 

Deseo de corazón que también tú.



  

jueves, 17 de enero de 2019

Haciendo cuentas...

Largo y duro tiempo para volver aquí,  contigo,  a esta charla entre iguales.  Celebro el reencuentro y agradezco tus ojos lectores y nada convencionales.   

Espero que no tengas una lista de propósitos para el año que comienza y que no tengas vigilantes sobre el cumplimiento de nada.  Deseo de todo corazón que estés haciendo exactamente lo que amas y lo que te haga ruidosamente feliz porque - estoy segura - de eso se trata la vida.

Tal y como odiábamos el cuchicheo de los "mayores"  cuando siendo muchachos, nos miraban de reojo y se preguntaban "¿cuándo sentará cabeza?"   "¿ya hueles a suegro?",  "¿y ésta te hará abuelo joven?",  "y la boda, ¿para cuándo?"  como sentenciándonos al deber social de aquel entonces,  así mismo sigue el libreto mandatorio que llevan impresas las personas en el ADN,  presionando a cada paso para que hagamos lo que "está bien" o lo que ·"es de esperarse".  

Las que aplican hoy, saben infinitamente más amargas:  "¿qué seguro tienes?"  "¿ya te jubilaste?" "tu casa...   sí es tuya,  ¿verdad?"  "cásate de nuevo...   no querrás quedarte sola al final" ¿"cómo está tu ahorro para los días viejos?"  "¿a dónde quieres acabar?" (y ésta última no hablando de final feliz).

A cierta edad,  ya irreversiblemente estacionada en la que llamo "la edad del cinismo",  parece que me dedico -sin proponérmelo, a llevarle la contra a todos aquellos preceptos y paradigmas.   No es siempre fácil,  verás,   la programación social que históricamente nos ha traído hasta aquí,  es como una savia de mala hierba que casi nunca termina de despegarse del cuero...  y cuando te tallas y raspas para sacártela,  sale junto con ella tu propia piel y sangre.  Tratar de salir del esquema socialmente aceptado y "políticamente correcto"  es una tarea titánica y solitaria.  Duele.  Cuesta.  Cansa.   Pero una vez que de verdad comienzas,   ya no puedes detenerte.

Saltándome la necesidad biológica impresa en mi propia información molecular,  desistí de perseguir el matrimonio como meta ulterior y prueba de valía.  En contra de todas las "buenas costumbres" un buen día aprendí a hablar.  Otro día aprendí a decir que no.  Otro venturoso día aprendí a no temer y a no competir con las otras mujeres y en lugar de ello, aprendo cómo hacerlas fuertes, porque ellas me hacen fuerte a mí. Aprendo algo todos los días y...   lo doloroso de aprender a golpes - emocionales, psicológicos, simbólicos y literales,  no sé si llegue a acabarse alguna vez,  porque hay golpes en mi historia,  como muy probablemente en la tuya.       ¿Te sucede como a mí?   en estos años pienso que los golpes duelen menos porque nos hemos endurecido aquí o allá,  frente a esto o aquello...  o es, tal vez que ¿les damos menor importancia?

Podría contarte cien anécdotas que prueban "lo equivocada" que vivo, en términos de la costumbre social;  me lo han dicho los cercanos,  los de sangre,  los convencionales, las leyes, los superiores, los conocidos y los ejemplos de muchos de allá afuera.   Me lo han dicho los amantes, amores, pretendientes, los pretendidos, los enemigos.  Lo he escuchado tanto que por años me odié a mí misma por ser la que soy.  

El que yo solía llamar "amor de mi vida" dedicó su tiempo a llenarme de instrucciones y ultimátums de lo que no es correcto que yo diga, sienta, ame, necesite, piense ni quiera.  Obviamente ahora le dedica su tiempo a alguien más porque yo salí corriendo de su romántico "amor incondicional".

Hoy día no lamento ir en contra de todos los parabienes que promete una vida "sensata,  emparejada, a salvo económicamente bajo el ala de un marido con recursos".  No, no.    Hoy me amo, como siempre quise ser amada.  Dedico mis capacidades de anfitriona únicamente para mis personas favoritas.  Bebo café en hondas pláticas o en bellos silencios, casi cada día; canto, toco la guitarra, leo, pinto, trabajo con creatividad todo lo que puedo;   juego,  río y hago reír,   colecciono aretes artesanales, discos LP, libros amados, platos salidos del mercado de algún pueblito viajado;  atesoro amistades profundas, honestas, limpias,  colecciono ese breve número de seres humanos que me conocen y respetan con cada error, cada historia y cada sueño que he tenido y que tengo...  que acompañan y atestiguan amorosamente mi vida.

Así que, piénsalo conmigo:  haciendo cuentas,  acierta la idea de reconocer que he vivido más de lo que probablemente me falta por vivir.  No me corresponde decidir y  no sé cuándo sea mi turno de irme,   ni sé cuál sea mi evento final.  Lo que sí puedo elegir es cómo quiero pasar cada día hasta que llegue el último.  

Que para tí, también sea muy feliz!


viernes, 1 de septiembre de 2017

Reflexiones para después de cierta edad

Me pregunto filosóficamente lo que le sucede a nuestra sociedad individualista que se desapega de la vida en comunidad y se separa de la posibilidad de la alegría.    Una de mis personas favoritas me prescribió un video acerca de la comunidad Sueca y verlo, me obligó a replantearme estas preguntas sobre escala de prioridades, valores y ambiciones personales.   

Como miembro de la generación X,  enfrento dificultades para librar la trampa de "quedar bien" para vivir en paz.   No debería importar un pepino si los demás están de acuerdo,  si no escuchaste los consejos,  si no modificaste una y mil veces de acuerdo con la opinión ajena,  (ojalá fuese solo una opinión ajena),    si para empezar ni siquiera es una y no están de acuerdo entre ellas...   al diablo.   A vivir haciendo lo que quieres y de aquello que debes,   como puedas, pero sin romperte a tí mism@ nii romper a nadie más.   Se dice fácil, pero a cierta edad y contemplando los cambios generacionales,  se enfrenta la terrible dificultad de encajar en las razones y motivos que impulsan o detienen a otros,  porque en mi generación nos enseñaron a ser suaves, amables, razonables, incluso hasta obedientes -so pena  de violencia de alguna clase - y estamos programados así,  con una especie de disposición al mal trato, además de la reprimenda personal con que nos auto castigamos por haber hecho algo mal.  Ya basta.  

Por muy impresionante que es el video sobre Suecia,  necesito transportar la cuestión a esta sociedad mexicana, con sus usos y costumbres, así que ahora mismo vuelvo a leer mis apuntes y me encuentra la memoria escolar tan repetida donde se nos grabó que "el respeto al derecho ajeno, es la paz".    Ya sabes,  memorizarlo fue simple,  y ¿qué tal aplicarlo?  

Entre otras frases colgadas en la consciencia colectiva,  que no activamente en la práctica,  también me encuentro con que "mi libertad termina donde empieza la tuya"...   significando que lo que yo hago, porque soy libre, no debe afectarte a tí.    Y ¿cómo es que en esta comunidad invasiva y voraz nos asalta la imparable humanidad de personas violentas, groseras, malcriadas, berrinchudas e indolentes que andan por el mundo creyéndose con el derecho de pasar y hacer sin tomar en cuenta a los demás?  

Llevado el tema a la calle,  se obvian los modales de la gente en general,  si, sí,   tu entiendes:  nosotras no sabemos manejar,  avienta esta basura a la calle, los peatones deberían desaparecer, el de enfrente es un tal por cual, el policía es un x-y-z ,  y quítense porque tengo prisa;  intolerancia y falta de civilidad a gritos que solo denota lo carentes que estamos de educación para  vivir y circular por los rumbos que recorremos.  Los chicos, en la escuela,  o califican con adjetivos o son calificados por otros, o abusan o son abusados,  o se ponen de moda o se quedan solitos y cuidado que no sean muy amigables porque los padres del amiguito se quejarán.   Llevado al trabajo,  la ley de la selva y más vale que crezcas colmillos o serás presa del otro,  si te ascienden,  no es por talentosa o eficiente,  si te trata bien un superior eres un lambiscón,  si necesitas la chamba,  aguántate el sueldo miserable aunque valgas, sepas y puedas con mucho más, y en resumen,  somos los cangrejos en la cubeta,  (esos que en vez de encadenarse para salir todos,  arrastramos para abajo al primero que estira una tenaza buscando salida).     ¿dónde aprendimos a ser así?    ¿cuánto de todo esto soportan nuestras personas cercanas?  ¿quiénes somos en casa?

La familia es el primer eslabón en la sociedad y desde allí se siembran las pautas de nuestro comportamiento como individuos dentro de una comunidad.  Valdría la pena poner en cuestionamiento lo que nos han enseñado y las armas con que nos lanzaron al mundo en esta guerra antisocial en que participamos, nos guste o no.  Si aprendiste a lograr con berrinches,  serás berrinchudo la vida entera.  Si te gritaron,  gritarás,  si te golpearon,  golpearás,  si te descalificaron,  descalificarás,  si aprendiste a defenderte de tu padre o madre,  tu hijo sufrirá hasta aprender a defenderse de tí,   aunque creas que le estás dando lo que nunca te dieron a tí,  las teorías mentales no salen a la realidad sino hasta haberse probado en tu consciencia con práctica verdadera,  de esa que no recibe galardones ni mención alguna.   A la vuelta de la vida,  uno da lo que tiene.   Si recibiste ternura,  amor,  comunicación,  en ejemplo congruente,   serás empátic@ y no tendrás más que compasión por la realidad de los de afuera y profundo compromiso con los de adentro.  La espantosa tarea de lavar los platos cuando estabas chav@,   se volverá una actividad para hacer con el amor de compartir y así, todos los quehaceres y situaciones de vivir en familia.

La vida con propósito emocional nos plantea un compromiso que inicia con nosotros mismos y de inmediato incluye a los cercanos, pero también se extiende a los compañeros de trabajo, escuela y sociedad.   Hacer comunidad garantiza apoyo, bienestar, salud,  alcance de metas.   Ser digno de la comunidad que te gustaría,  es actuar sin dar instrucciones;  poner ejemplo de buenas,  es que nuestras acciones honren nuestras palabras.  Ser respetuoso de derechos y libertad de los demás,  ser inclusivo y empático te acerca a gozar de la compañía de tus personas favoritas.   Pobres suecos,  si lo pienso bien.  Primer mundo y solos,  sin caricias, sin ternuras ni para dar, ni para recibir, entre muchos otros horrores. 

Me quedo la tarea de evocar mi propósito de vida, para sustituir la guerra con que no quiero participar,  y mejor volteo a la bondad y compasión,  en lugar de aprender cómo se ignora, rebasa o aplasta a otro individuo,  que tiene lo que le dieron, más lo que ha logrado aprender,   respiro hondo,  cierro los ojos y listo:   a tratar a los otros como me gusta que me traten a mí.   Espera,   ¿qué no sabíamos todo esto ya?   

A cierta edad,  aún se aprende,    y con genuino empeño,     mejor se desaprende.









domingo, 2 de abril de 2017

Dice mi mejor amiga...

Hay pocas cosas con absoluta certeza en la vida:   que habrá cambios, es una,  y no siempre es simple.    Que implicará aprendizaje,   te guste o no.    Que un día acabará.

Mi mundo está lleno de mercadotecnia y el sistema y sus jugadores,  inmersos en su afán,  de pronto me hacen sentir incompetente para este planeta;   no me gusta ni me hace feliz la carga de tareas y de elecciones con que el público en general corona sus sueños y ambiciones.  Lo que hay que conseguir,  lo que es vital alcanzar,  lo que la estructurada y materialista sociedad persigue como fin y camino.  No me viene bien.  Me siento rara.  Extraña en este mundo de precios, marcas, comercios, necesidades creadas, disponibilidad limitada, descalificación automática,  apatía implícita, deshumanización y frialdad.   

Justo ahora no vivo lo que creo,  por haber tomado una opción que parecía la única para resolver asuntos económicos urgentes y el costo de esa elección se está probando altísimo.  Casi insoportable.  Más difícil y caro de lo que pude  haber previsto o imaginado.  Y la necesidad urgente no ha cambiado.  ¡Debo poner mi esfuerzo donde merece!   Mientras lo intento con todas mis fuerzas, escucho en todos lados y leo y veo y entiendo...    ¡este mundo es de los jóvenes!  La vida en "el sistema" y sus implicaciones malditas de pronto hacen obvio que yo lo he hecho mal desde hace siglos, porque no tengo esto o aquello,  ni soy equis o ye.  Lo que las generaciones anteriores a la mía han defendido como el modo de vida "correcto" (y yo tan afuera de todo eso),  me escupen desdeñosas por cada error con que me he traído por la vida hasta aquí.  Sin cumplir con sus requisitos.  Sin las comodidades que supone ser dócil y obediente.  Sin un precio que me obligue a quedarme calladita.  Sin los años  jóvenes con qué perder el tiempo.  Sin la febril inexperiencia como excusa para lanzarme a la aventura...  y a estas alturas de la historia y con mi "cierta edad",  creyendo en esa aventurera forma de soñar.  ¿A cierta edad, se ha perdido la oportunidad?   ¿hay aún esperanza?

Cuando la vida parece dedicada en llenar de circunstancias adversas el empeño cotidiano y las fuerzas van mermando hasta vaciarse,   cómo cuesta levantar la nariz y seguir adelante.   Ni te pregunto,  porque estoy segura de que te ha pasado, en este o en otro momento de tu vida (y ofrezco mi solidaria compañía para ese tiempo tuyo).   Es tan común que está normalizado esto de que "sufrir es parte de vivir".   

Luego de salir como gallo de pelea (desplumado y sangrante) del estado emocional catatónico,  me enderezo y me pregunto sin ganas de responder,   ¿qué puedo elegir para modificar mis circunstancias?.   Por fácil que parezca razonarlo,  la sensatez que debería caberle a mi momento, no me entra con sencillez;  estoy hecha nudos y rabiando constantemente, sin que eso resuelva absolutamente nada.  

Por lo pronto,  escucho a mi mejor amiga.  Me entero de que estoy viva.   Tengo salud.  Tengo una familia que me hace sentir amor a cántaros en este corazón mío y que me ama de regreso.  Tengo amigos que son hermanos elegidos, con un "para siempre" a gritos.  Tengo pasión y capacidad de entrega.  Tengo letras, música y colores.  Tengo el día de hoy.  Te tengo a tí,  que me lees desde tu sitio,  a veces empático,  a veces intocado y en silencio.  Tengo tiempo.  Tengo esta terquedad bohemia de soñar y creerle a mis sueños.  Tengo cosas qué decir y personas que escuchan.  Tengo la vida.

Mi mejor amiga me dice lo que en otros momentos yo digo, con el mejor ánimo,  a quienes acuden conflictuados:  "sé fiel a tí mismo(a)".  Y ahora mi voz pregunta ¿cómo rayos se aplica una sus propios consejos?...  Perseguir sueños no iba a probarse asunto simple.  De hecho, históricamente aquellos que tienen sueños distintos a los del "público en general" lo han pasado mal antes de conseguir lo que anhelaban y hay miles de ejemplos famosos y otros miles de desconocidos que van alcanzando sus metas sin azotar frente a la audiencia,  con un tesón muy digno y la entereza que justo ahora me falta a mí.  

Veo desde lejos mi caída.  Me atrapo antes de romperme contra la acera y me detengo allí,  sin golpe,  suspendida frente a la imagen de mi propia fractura.  Me miro.  Me doy un cariño en el cabello y una sonrisa compasiva y dulce que siembre esperanza.  Me comprendo.  Me invito un café con apapacho emocional, bajo el sol, con letras, música y mucho viento para seguir despeinada.  No ha sido sencillo defender lo que creo de la vorágine de lo común.  No creo que a partir de ahora se vaya a simplificar.  Pero justo ahora me acuerdo que me debo ser mi mejor amiga y como tal,   me animo a dejar de llorar por los infortunios,   a dejar de quejarme por las dificultades y a creer con fuerza en lo que me es importante.  Me elijo de nuevo,  aunque no sea fácil,   aunque no salga todo bien,  igual que como hago con mis personas favoritas, amores, amigos y amigas,  con la paz de saber la humanidad falible y la buena voluntad, como método de vida,  además de la fe inquebrantable en la bondad y generosidad como motor de lo valioso en este mundo.

Así como los cambios son seguros en la vida,  y un día va a acabarse;    queriendo atestiguarlo,  seguro,  esto también pasará.  



martes, 6 de septiembre de 2016

NO CREAS!!!

No escribo con ánimo político ni de educación social,  pero soy de carne y hueso,  tengo alma, emociones, inteligencia, dignidad y profundo respeto por los demás seres humanos.  No puedo, entonces,  callarme cuando sé que un "alguien"  disminuye, somete, sobaja, irrespeta o maltrata a otro "alguien".  Entre mujeres, sabemos,  es increíblemente sencillo sufrirlo y generacionalmente nos han armado para aguantarlo de la pareja,  del jefe, a veces de los hermanos, y así...  pero lo he visto también entre padres e hijos, entre mujeres,  entre quienes se dicen amigos, compañeros de trabajo, etc.  Hombres y mujeres,  escapemos de esa educación.  Desaprendamos.  Eduquemos a nuestra persona de hoy, con la correcta valía idéntica a los demás...   El que no tenga algo HERMOSO qué decir,  que calle.
El valor que le damos a los demás, es proporcional e inverso del que tenemos por nosotros mismos.  Este poema lo grita:  ¡Que nadie nos demerite jamás! 

 Lo comparto por si has sentido así.  Por lo que me provoca esto que a cierta edad se me ha vuelto revolución en la cabeza,  no puedo dejar de abrir la idea,  por si lo has vivido,  por si has sentido que no importas a "alguien" que a tí te importa;  por  si un día desventurado se le ocurre a "alguien" hacértelo sentir,  o por si -un mal día-  la inercia de lo que se usaba en otros tiempos y era "normal", te lleva a hacerle  sentir así a otro "alguien".  


NO CREAS!!

no eres sincera
no vale que digas ni que calles
no vale la pena
no mientas no juegues no llores
no alegues no esgrimas
no mires no empuñes no respondas
no eres digna
no eres linda
no eres suave
no te acerques
no te niegues
no falles
no esperes ni temas ni faltes
no hagas saber lo que buscas
no busques
no demandes ni reclames
no crezcas
no florezcas
no desprendas aromas ni fulgores
no inventes
no reinventes no concluyas
no quieras ni desees detalles
no es tuyo no perteneces no estalles
no suspires no respires no vivas
no hagas no hables no sueñes
no vayas
no estés
no te quedes
no sigas
no te muevas
no duermas
no anides
no es tuyo
no eres de aquí
no perteneces
no suspires no respires no pidas
no hagas no hables no enseñes
no vengas
no des
no
no eres digna
no eres suave
no eres linda

no eres


viernes, 26 de agosto de 2016

Sembrar el día

Una de mis personas favoritas me invitó a la casa de una amiga para sembrar:  Yo conocí el evento de sembrar cuando muy niña, en un grupo amistoso de mis padres,  en algún terreno del estado de México que nunca volví a pisar.  Hace muchos años...   y luego,  en mi afán de la vida natural -en la medida de lo posible-  flores de jardines o maceteros menudos que procuro tener en casa.  

Cuernavaca goza, ya sabemos,  de un clima esplendoroso,  y la invitación fue a una casita enclavada en el bosque aledaño a la ciudad de la eterna primavera,  allá afuera,  donde ya nadie sufre baches ni tráfico,  (no es que no los tengan,  pero entre tanta belleza natural, a nadie preocupan).  Comenzó el ritual entre un puñado de mujeres jóvenes que viven captando agua de lluvia, sembrando hierbas aromáticas para sus alimentos vegetarianos, admirando los pájaros carpinteros y abonando la tierra de sus jardines...   notablemente distinto de nuestra vida citadina;  Nos sentamos en círculo sobre el pasto nutrido, rodeando una manta que tenía flores,  una vasija con agua, incienso, aceites, velas encendidas, copal,  un kalimba que apenas medía lo que el cuenco de mi mano.  La mágica-mujer-bruja habló, suave y encantadora:  en el agradecimiento y conjuro para la prosperidad de las semillas que habríamos de sembrar, el rito de fecundidad incluyó la liberación de dolores personales,  en forma de escritos en papel que luego quemamos en el incensario del copal con hojas de salvia.  Liberador de emociones que coronamos deshaciendo las flores donde cada pétalo era una tristeza que despedir,  echadas al agua.  

Desyerbar la tierra con las manos y armadas de troncos, piñas de pino o pequeñas piedras, aramos surcos donde se regó el agua que contenía el resto de flores y los pétalos de nuestras emociones, para luego sembrar una a una las semillas de maíz y frijol.  Descalzas,  acaloradas, olvidando pudores innecesarios, sudando felices, entre risas y cantos,  nos hicimos hermanas.  Nos celebró el cielo con una llovizna deliciosa que lavó el camino y regó la siembra, prometiendo frutos prontos.

al terminar,  nos convidaron una pasta aromática, además de una tinga deliciosa que en vez de carne fue hecha con zanahorias.  comimos juntas, con una mezcla hermosa de cansancio y plenitud que jamás había sentido y que hoy atesoro como un evento de renacimiento que a mi "cierta edad", yo espero todas las personas pudieran conocer desde temprano.  Sembrar.

Ya parada en la cotidianidad,  el suceso vuelve a mi memoria con su aire fresco y agua clara,  su tierra fértil y hambrienta, pero sobre todo,  con su estado anímico de liberar al tiempo de sembrar.  Lo llevo a mi día a día con la enorme enseñanza que me traje, acerca de humilde y solidaria amistad que se abre sin expectativas, llenita de gratitud y amor.   Intento entonces sembrar mi día desde mi emocional femenina que a veces se ha vuelto irritable, malhumorada e impaciente, para limpiar mi tierra mental donde solo tengo hierbas y yesca;  abro surcos para sembrarme flores coloridas que alegren mis pensamientos y me pueble de aromas la rutina que casi todo se traga.  Me riego de semillas y agua nueva toda la cerrazón que me atrapa de quehaceres no románticos, para salir del mundo de los comunes mortales y convertirme en ellas,  las hermanas brujas de tierra y flores que me regalaron un oasis actitudinal con qué encarar la mágica elección de ser feliz.   Las llevo en mi vida para siempre.

Lo comparto contigo, hoy,  por si te logra lavar la calle que te lleva al siguiente evento de tu día.  Te invito a sembrar,  aunque sean las semillas de la naranja con que te hiciste jugo esta mañana,  o del durazno que desayunaste...   sembrar y cuidar la planta, regar su tierra,  intentando recordar que lo que cuidas,  es tu día de hoy.  Que te llene de frutos, flores, hojas y alegría.

martes, 9 de agosto de 2016

Flores con gratitud

Después de la cuarta década, hay que enfrentarlo,  la gente de afuera accede a nosotros con términos aseñorados, formales, que implican (innecesariamente) nuestra edad;  ¿extrañas que te llamen "joven"?  ¿"señorita"?  No hay remedio.  A cierta edad, ya somos "señor"  o "señora"  y eso se va (según me cuentan...)  directo al ego.   Con los años, hemos perdido lozanía, firmeza en los músculos, destreza física, elasticidad, cabello, calcio...   e incontables oportunidades (lo que es mucho más grave).  También hemos perdido la seguridad -en una medida u otra- para andar confiados por el mundo, sabiéndonos hermosos y poderosos, con toda la vida por delante.  Si conseguimos la cierta edad, hay que celebrarlo,  pues muchos que se fueron lozanos y firmes, no llegaron a contar canas, nietos, uso de fajas, vitaminas,  la llegada de la calvicie o la menopausia y cien payasadas más que hay que enfrentar con estos años,  por la maravillosa gracia de estar vivos.

¿Te ha pasado como a mí?  Si miro fotos de hace una, dos o tres decenas de años,  me veo y me arrepiento de no haberme sentido feliz con mi estampa en aquel tiempo...   como si todo ayer fuese mejor.  Algo no fue suficientemente apreciado en su tiempo,  ¿no es cierto?  El día de hoy me vivo con decisión de no perderme ese aprecio total,  esté como esté,  con mi contenta humanidad,  por lo que soy,  lo que sé y lo que aún quiero aprender.

Así,  como me llaman irremediablemente "señora",  en mi quinta década anunciándose feliz,  me centro en la consciencia vital de lo aprendido,  lo que valía la pena nutrir y defender,  lo que había que soltar y todo lo que guarda mi memoria.  Atesoro los afectos de siempre, los intermitentes, los nuevos,  los perdidos y abrazo cada día con una avidez que en tiempos más jóvenes desconocía.   Hoy día se navega sabrosamente sobre la cauda de amores y certezas del ser progenitor, tanto como de ser hijo o hermano de sangre y hermano elegido.   Se aprende a aquilatar el minuto de carcajadas de cada día,  aunque crezca las arrugas;  se bebe uno el sol como si cada peca adquirida viniese de un erótico día en brazos amados y playa.  El amor se vuelve experto,  mágico,  despacioso y de ojos abiertos, carente de tapujos.  Todo se intensifica y se amansa, vuelto cinismo y vocación de libertad y alegría.  Es sensacional.  

Los piropos, adulaciones, lindezas, requiebros,  galanterías,  vienen -a cierta edad-  menos de allá afuera,  y mucho más de la vida adentro,  colmados de respeto pero también de desparpajo,  porque vienen de quien se ha acomodado en nuestra vida con ganas de pertenecer y permanecer;  entre familia y amor,  las lisonjas y flores, se cargan de ternura para regresarnos a reconciliar lo burdo del cuerpo humano con lo elevado de sabiduría y gracia adquiridas.   Un amigo, hace muchos años, me dijo como dueño de la verdad absoluta, que "un piropo,  de quien venga,  siempre se agradece".  Yo tenía serias quejas cuando el piropo venía de algún guarro en la calle e implicaba indecoro o grosería...   pero en estos años, le reconozco razón:  Siempre se agradece.  No importa cómo esté uno en este cascarón físico,   la agradecida es la estampa actual y la consciencia de ser.

A cierta edad más vale florear a cada persona entrada en años o no.  Sabemos el logro inmenso que es llegar al día de hoy y lo que importa llegar contentos con lo que somos.