miércoles, 22 de abril de 2015

Ya es hora del cinismo

A cierta edad los miedos se hacen presentes con más frecuencia.  La salud se me ocurre como un motivo repetido de temor y las campañas publicitarias y sociales en pro del bienestar "adulto" me lo confirman a diario.  Anuncian pastillas, suplementos, aparatos, programas, dietas y toda clase de artilugios que abarcan desde la estética personal hasta -literalmente, los huesos, pasando obviamente por el desempeño en asuntos íntimos de pareja.  No digo que cuidarse esté de sobra,  pero me gusta imaginar que todos sabemos, comprendemos y aceptamos nuestra naturaleza y sus prodigiosos cambios. Sé que puede pasarte como a mí,  desde que tengo "cierta edad"  miro una fotografía de este tiempo donde sonreía y me sentía feliz,  y no siempre me agrada el ángulo, la expresión... ¿esa persona soy yo?  ¿qué me pasó?  o aún peor,  cuando he requerido médico y el ilustre individuo usa términos como "ya hay que cuidarse a nuestra edad"...   igualado.  ¿Cómo se atreve a comparar su edad con la mía?  o de plano ¿ya parezco de sus años?  con certeza NO.  La cosa es que los años nos van dejando más cautos, precavidos y temerosos.  Vamos perdiendo audacia, arrojo,  flexibilidad, resistencia, pero lo peor de todo es que vamos perdiendo ganas de jugar por jugar, como cuando éramos más jóvenes.  Conozco personas que viven ahora sus años, obsesionados con "el look"  y se meten al gimnasio por horas y horas y no conocen ya otro tema de conversación,  otras que se inyectan veneno en los músculos faciales para evitar las lineas de expresión,  otras que se han sometido a cirugías estéticas para perder panza, llantitas.  También tengo cerca personas que se hicieron adictas a medicamentos con que suponían resolver asuntos anímicos o de hábitos básicos, como el sueño.  En fin.  Crecer duele.   (frase para adolescentes, que aplica ahora, mejor que nunca).

Si ya no estamos en edad de ser futbolista profesional, ni de concursos de belleza,  no pretendamos aparentar.  No sirve para nada.  Que viva la cierta edad en que somos nuestra memoria y la fantástica colección de fotografías de sitios y eventos vividos;  viva nuestro gran aprendizaje y capacidad de gozar.  Sí se puede jugar por jugar y conseguir hipo de tanta risa.  Se vale hacer ampollas de usar la raqueta sin ganarle a un contrincante, sino gozando con compañero de juego.  Bienvenido el cinismo de no tener que demostrar nada ni vencer a nadie.  A la vuelta del tiempo,  lo que somos se va acentuando;  eso que nos define únicamente tiende a crecer.  Sonriente, platicador, gruñón, ermitaño, filósofo, sentimental...   a cada paso nos haremos más de lo que somos.  Ya va siendo hora, creo yo,  de que vivamos nuestros felices años con la certeza de todo lo que nos trajo aquí,  lo que somos y lo que hemos aprendido,  con orgullo.  Que vivan las arrugas de  risa,  vivan las canas que nos heredó la familia,  viva nuestro cuerpo que siente, disfruta y conoce mucho más que cuando le hacían falta años.  Que vivan los amigos que vamos haciendo hermanos elegidos y que permanecen cerca, que viva el disfrute consciente de cada minuto.   Que viva vivir.