viernes, 1 de septiembre de 2017

Reflexiones para después de cierta edad

Me pregunto filosóficamente lo que le sucede a nuestra sociedad individualista que se desapega de la vida en comunidad y se separa de la posibilidad de la alegría.    Una de mis personas favoritas me prescribió un video acerca de la comunidad Sueca y verlo, me obligó a replantearme estas preguntas sobre escala de prioridades, valores y ambiciones personales.   

Como miembro de la generación X,  enfrento dificultades para librar la trampa de "quedar bien" para vivir en paz.   No debería importar un pepino si los demás están de acuerdo,  si no escuchaste los consejos,  si no modificaste una y mil veces de acuerdo con la opinión ajena,  (ojalá fuese solo una opinión ajena),    si para empezar ni siquiera es una y no están de acuerdo entre ellas...   al diablo.   A vivir haciendo lo que quieres y de aquello que debes,   como puedas, pero sin romperte a tí mism@ nii romper a nadie más.   Se dice fácil, pero a cierta edad y contemplando los cambios generacionales,  se enfrenta la terrible dificultad de encajar en las razones y motivos que impulsan o detienen a otros,  porque en mi generación nos enseñaron a ser suaves, amables, razonables, incluso hasta obedientes -so pena  de violencia de alguna clase - y estamos programados así,  con una especie de disposición al mal trato, además de la reprimenda personal con que nos auto castigamos por haber hecho algo mal.  Ya basta.  

Por muy impresionante que es el video sobre Suecia,  necesito transportar la cuestión a esta sociedad mexicana, con sus usos y costumbres, así que ahora mismo vuelvo a leer mis apuntes y me encuentra la memoria escolar tan repetida donde se nos grabó que "el respeto al derecho ajeno, es la paz".    Ya sabes,  memorizarlo fue simple,  y ¿qué tal aplicarlo?  

Entre otras frases colgadas en la consciencia colectiva,  que no activamente en la práctica,  también me encuentro con que "mi libertad termina donde empieza la tuya"...   significando que lo que yo hago, porque soy libre, no debe afectarte a tí.    Y ¿cómo es que en esta comunidad invasiva y voraz nos asalta la imparable humanidad de personas violentas, groseras, malcriadas, berrinchudas e indolentes que andan por el mundo creyéndose con el derecho de pasar y hacer sin tomar en cuenta a los demás?  

Llevado el tema a la calle,  se obvian los modales de la gente en general,  si, sí,   tu entiendes:  nosotras no sabemos manejar,  avienta esta basura a la calle, los peatones deberían desaparecer, el de enfrente es un tal por cual, el policía es un x-y-z ,  y quítense porque tengo prisa;  intolerancia y falta de civilidad a gritos que solo denota lo carentes que estamos de educación para  vivir y circular por los rumbos que recorremos.  Los chicos, en la escuela,  o califican con adjetivos o son calificados por otros, o abusan o son abusados,  o se ponen de moda o se quedan solitos y cuidado que no sean muy amigables porque los padres del amiguito se quejarán.   Llevado al trabajo,  la ley de la selva y más vale que crezcas colmillos o serás presa del otro,  si te ascienden,  no es por talentosa o eficiente,  si te trata bien un superior eres un lambiscón,  si necesitas la chamba,  aguántate el sueldo miserable aunque valgas, sepas y puedas con mucho más, y en resumen,  somos los cangrejos en la cubeta,  (esos que en vez de encadenarse para salir todos,  arrastramos para abajo al primero que estira una tenaza buscando salida).     ¿dónde aprendimos a ser así?    ¿cuánto de todo esto soportan nuestras personas cercanas?  ¿quiénes somos en casa?

La familia es el primer eslabón en la sociedad y desde allí se siembran las pautas de nuestro comportamiento como individuos dentro de una comunidad.  Valdría la pena poner en cuestionamiento lo que nos han enseñado y las armas con que nos lanzaron al mundo en esta guerra antisocial en que participamos, nos guste o no.  Si aprendiste a lograr con berrinches,  serás berrinchudo la vida entera.  Si te gritaron,  gritarás,  si te golpearon,  golpearás,  si te descalificaron,  descalificarás,  si aprendiste a defenderte de tu padre o madre,  tu hijo sufrirá hasta aprender a defenderse de tí,   aunque creas que le estás dando lo que nunca te dieron a tí,  las teorías mentales no salen a la realidad sino hasta haberse probado en tu consciencia con práctica verdadera,  de esa que no recibe galardones ni mención alguna.   A la vuelta de la vida,  uno da lo que tiene.   Si recibiste ternura,  amor,  comunicación,  en ejemplo congruente,   serás empátic@ y no tendrás más que compasión por la realidad de los de afuera y profundo compromiso con los de adentro.  La espantosa tarea de lavar los platos cuando estabas chav@,   se volverá una actividad para hacer con el amor de compartir y así, todos los quehaceres y situaciones de vivir en familia.

La vida con propósito emocional nos plantea un compromiso que inicia con nosotros mismos y de inmediato incluye a los cercanos, pero también se extiende a los compañeros de trabajo, escuela y sociedad.   Hacer comunidad garantiza apoyo, bienestar, salud,  alcance de metas.   Ser digno de la comunidad que te gustaría,  es actuar sin dar instrucciones;  poner ejemplo de buenas,  es que nuestras acciones honren nuestras palabras.  Ser respetuoso de derechos y libertad de los demás,  ser inclusivo y empático te acerca a gozar de la compañía de tus personas favoritas.   Pobres suecos,  si lo pienso bien.  Primer mundo y solos,  sin caricias, sin ternuras ni para dar, ni para recibir, entre muchos otros horrores. 

Me quedo la tarea de evocar mi propósito de vida, para sustituir la guerra con que no quiero participar,  y mejor volteo a la bondad y compasión,  en lugar de aprender cómo se ignora, rebasa o aplasta a otro individuo,  que tiene lo que le dieron, más lo que ha logrado aprender,   respiro hondo,  cierro los ojos y listo:   a tratar a los otros como me gusta que me traten a mí.   Espera,   ¿qué no sabíamos todo esto ya?   

A cierta edad,  aún se aprende,    y con genuino empeño,     mejor se desaprende.









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