lunes, 7 de julio de 2014

Estos minutos de hoy

Hay días en que cuesta mucho funcionar.  El día se queda en la modorra de esos minutos en que uno se resiste a abrir los ojos y se aferra a la almohada en rebeldía inútil,  ya sabiendo que habrá de echar a andar la rutina como todos los otros días.  Los minutos de quedarse en cama pasan volando y hoy más que siempre,  sabe a demasiado pronto el amanecer.  Vertiginosos, igual, pasan los minutos de alistarse para salir y más aún los de llegar.  Entretenidos en ese pensamiento o sentimiento que nos apachurra el alma, la violencia vecinal del camino, no nos sabe a nada.  En cambio,  una vez frente al deber del trabajo,  los minutos del resto del día en la cotidiana responsabilidad,  se arrastran frente a nuestra incrédula mirada;  reptan burlones con su grave tono y su obesa dimensión.  Son minutos gigantes de una masa entre plastilina y engrudo.  Asquerosos.

Perdona lo gráfico de mis minutos de hoy.  Quería que pudieras verlos para tal vez alcanzar a compartir esta sensación pesada que puede haberte tocado a tí de vez en vez.  Hoy sigo aplastada por el tic tac (que ya no suena)  de mi reloj y el día se me ha hecho eterno.  No quería salir, ni abrir los ojos, ni ver a nadie, ni saber nada...   estoy triste.

Durante el día,  una cercana amiga supo de mí,  y entre juegos y respuestas a medias, dijimos que sería lindo quedarse en cama 6 meses, pero recordé a otra amiga, muy querida, que alguna época tuvo la voz para repetir algo así un número de veces, hasta que en un accidente de auto se fracturó la cadera y se tuvo que quedar meses en cama.  Toqué madera y retiré lo dicho.  No sería lindo quedarme en cama 6 meses... ni uno,  ni 6 días.  En mi tiempo normal, a veces no resisto ni 6 horas metida en la cama, de todo lo que me nace y me antoja hacer.  Solo que estando triste,  la energía y la capacidad del positivismo se me esconde y me deja en el desierto del desánimo.  Seco,  adusto,  gélido.  

Algo en lo que me he empeñado sistemáticamente y con todo el corazón, insiste en salir mal.  ¿Cuánto tiempo o cuántas repeticiones son suficientes para decidir soltar?  Si suelto,  ¿significa que me he rendido?

Con lo que me conozco,  vuelvo a preguntarme lo que me puede faltar para no estar triste.  Tengo salud,  tengo muy bien puestos los años de mi cierta edad,  tengo una familia que considero fantástica,  tengo alegría para verlos crecer, avanzar, llenarse y compartirse.  Tengo solidaridad, primero para ellos, pero también para muchos más.   Tengo un trabajo que paga mis cuentas y uno o dos gustitos modestos,  tengo el resto de mi vida para insistir en aprender lo que quiero,  en leer los millones de libros que me faltan,  tengo todo el abecedario para armarlo y desarmarlo y escribir poemas, canciones o estas necedades que a tí te da por leer (para mi enorme fortuna y lo digo con gratitud),  tengo cientos de recetas aun por estrenar en la cocina,  tengo fe,  tengo anhelos, viajes por hacer,  personas por conocer,  canciones por cantar, ríos por descender,  paredes que escalar.  Tengo pláticas enormes con seres elevados, familiares de sangre y familiares elegidos,  tengo ganas y tengo fuerzas para todo ello.  Tengo tiempo.  Tengo mi vida.

No me reprendas con un zape electrónico (aunque sé que lo merezco).  A decir verdad,  ahora que lo platico contigo, me siento mucho mejor.  A mis tres personas favoritas en el mundo, les he dicho repetidas veces, que hacer conciencia es como aprender a leer:  "una vez que ya sabes leer,  no puedes fingir y hacerte el loco con que -no entiendes lo que estás leyendo"...   Hago conciencia justo aquí.  Reubicando mis prioridades, en esta incesante escala de valores,  me encuentro conmigo en este día donde he sido disfuncional para mi propia persona,  por pura torpeza.  Mi empeño no ha sido inútil, aún cuando insista en salir mal.  Debo respetar la frontera de las voluntades y resumir mis fuerzas a donde las cosas dependen de mí.  Donde no,  debo saber soltar.

La buena voluntad es una certeza feliz que se regala en total libertad.  Creemos,  nos abrimos,  nos dedicamos.  Seremos recibidos en bien...  o no,   pero eso ya no depende de uno, sino del otro personaje en cada cuento.    Yo elijo poner mi buena voluntad para lo que creo, para lo que me toca.   Elijo creer.  

para los minutos que queden de hoy,   elijo creer en mí.  Hoy elijo darme a mí,  buena voluntad.

1 comentario:

  1. Siempre le he dicho a mi hijo, el cual considero un gran ser humano, que las peores decisiones son las que toman los demás por uno.
    El dia de hoy tendré otro consejo paea él -"Elige creer en ti, hoy elige darte buena voluntad-"
    Asi lo haremos, escritora. Gracias por la reflexión de un lunes cotidiano

    ResponderEliminar